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Los muertos del aprendiz

La estafadora fingió que no lo sabía, pero ella era la culpable.

El detective preguntó otra vez:

— ¿Tú retiraste el dinero?

Ella entonces decidió manipular a su esposo, sabiendo que a él le dolería ver a su mujer herida por la desconfianza.

— ¿Te atreves a dudar de la mujer que ha estado contigo desde el inicio? Yo te he apoyado desde el inicio de tu carrera, ¿y es así como me pagas? Ya sé que un detective debe ser desconfiado, pero ahora ves fantasmas donde no los hay. ¡Si tu supieras lo duro que es ser tu esposa, teniendo el trabajo que tienes, como para que ahora me hagas esto! ¡Y ahora tu trabajo arruina nuestra relación!

La esposa empezó a fingir que lloraba para hacer su reacción más creíble. Solo estaba haciendo tiempo.

El detective rápidamente se sintió culpable por sospechar de ella. Era verdad, ella era quien más lo había apoyado cuando estaba iniciando en el despacho.

Había sido muy difícil para él avanzar debido a que era un novato, y los casos requerían de un alto nivel de experiencia.

Finalmente, llegaron oportunidades para probarse a sí mismo cuando empezaron a darle casos sencillos, con lo que empezó a ganarse la confianza del dueño para asignarle otros más complicados.

Un día, el tan soñado día del éxito llegó cuando logró resolver un caso complicado al desenmascarar al culpable de un fallido atentado contra un director de cine por sus ideas tan revolucionarias: el candidato más popular a alcalde de la ciudad, quien quería evitar que el pueblo un día se pusiera en su contra al descubrirse su naturaleza de estafador.

El detective se volvió un héroe para todos, considerado por todos como el mejor. El nuevo alcalde le dio un reconocimiento público, y formaron una buena amistad.

Pero incluso así, había quienes consideraban un novato con mucha suerte. El detective se disgustaba con aquéllos comentarios, pues lo hacían sentirse menos. Y a pesar de todo, su esposa siempre estuvo con él para ayudarlo. Juntos llegaron a la cima: el éxito, la fama, el respeto…

Un día, al detective lo nombraron tutor de tres jóvenes aspirantes: Fernando, Daniel y Lisa, unos chicos entusiastas y con mucho talento, además de buen corazón.

Todo parecía ir bien, pero un día, Daniel y Lisa aparecieron muertos junto con un amigo suyo en un callejón. El detective tomó el caso de sus aprendices en sus manos, pero no pudo encontrar nada. El resto del despacho lo intentó, pero todo fue en vano. El culpable ocultó las pistas a la perfección.

El detective entonces tomó a Fernando como sospechoso, pues había estado con Daniel, Lisa y el chico el día del crimen, igual que siempre.

La gente clamó que él era un buen muchacho, generoso y leal, y él aseguraba que era inocente. Que el jamás le haría eso a nadie.

Sin embargo, el detective encontró una prueba irrefutable: restos de sangre en un cuchillo de cocina que pertenecía a Fernando.

Así que el joven aprendiz fue acusado de asesinato y puesto tras las rejas.

La indignación de las personas por lo ocurrido, y su desconfianza en el despacho por no haber sido capaces de proteger a sus aprendices, ni de encontrar a los responsables provocaron su clausura.

A pesar de todo, al detective lo siguió buscando la gente.

La esposa del detective lo conocía muy bien, y sabía que aunque tenía en ese momento una actitud fría, le dolía lo ocurrido con sus aprendices. Con el tiempo, él pudo continuar con su vida.

Hasta que un día, su esposa actuó muy extraña con él: hablaba nerviosa, y tenía una extraña curvatura en los labios que no sabía de que podía ser. Sin embargo, ella le aseguró que sólo estaba un poco estresada por todos los encargos que tenía que cumplir.

Él comprendió y dejó el asunto en paz.

Sin embargo, en los días siguientes se dio cuenta de que muchas de las reacciones de su esposa eran muy raras, y que parecía estar siempre haciéndolo a un lado.

Finalmente, de la cuenta del detective desapareció una gran cantidad de dinero.

Estaba completamente impactado: ¿Quién podría haber entrado a su cuenta? Solo su esposa… pero ella no haría eso nunca…

Entonces se enteró: Fernando edtaba libre. Supuestamente, el había pagado.

Ella no le haría eso… menos para liberar al asesino que era Fernando…

Él le contó que el chico había sido liberado. Ella estaba escribiendo, y reaccionó silenciosa, nada como el hubiera supuesto.

Él le conto del dinero retirado. Ella seguía sin decir nada.

Era demasiado extraño su comportamiento y ya no podía evitar dudar. Con todo el dolor de su corazón, el le preguntó por aquéllo:

— ¿Fuiste tú?

— No quisiera dudar de ti. Porque como tu dijiste, siempre me apoyaste. Pero ahora actúas extraño, y siempre tratas de alejarte de mí… y tú eres la única persona que podría haber tomado el dinero. ¿Fuiste tú?

— ¡Sí!

Se hizo el silencio en la sala ante la confesión. Ella temblaba de rabia y desesperación.

— Para sacar a Fernando de la cárcel. Por que un chico inocente está pagando por tu crimen.

Nuevamente hubo un silencio sepulcral.

Ella le contó como Fernando había usado la única llamada que se le otorgaba a los criminales para contactarla y explicarle que sospechaba que su tutor era el culpable de los asesinatos de sus amigos.

El detective tenía celos de sus alumnos, pues temía que llegaran a ser mejores que él: que lo superaran, y el se quedaría dejado de lado nuevamente.

Pues junto a ellos, él se sentía nuevamente como un aprendiz.

No podía permitir que le quitaran su puesto como el mejor y más grande.

Así que un noche en que los chicos salían de la oficina, Fernando se separó de Daniel y Lisa para ir a otro lugar, mientras que ellos se reunieron con un amigo para pasear por la ciudad, el detective los atacó y mató.

Sin embargo, una de las víctimas no era quien se suponía que era. Fernando seguía vivo.

Conociendo la mente despierta de su aprendiz, el detective ocultó lo mejor que pudo todas las pistas con ayuda del alcalde, y buscó cómo inculparlo para deshacerse de él.

Y cuando cerró el despacho, con los nombres de todos los empleados manchados, excepto el suyo, nada le impedía ser el más grande detective…

La mujer le sostuvo la mirada al detective. Ninguno podía creer la traición del otro.

A pesar de que lo amaba, aunque ella había querido creer que todo era mentira, todo lo que Fernando me habia explicado tenia demasiado sentido, y ella sabía que su esposo no podía tolerar el ser superado… y su no pudo más.

No soportaba la injusticia, algo que alguna vez compartió con su esposo. Entonces decidió actuar.

En ese momento, detrás del detective, aparecieron los policías, y con ellos venía Fernando. Lo agarraron y se lo llevaron.

Quien alguna vez fue el héroe del pueblo, ahora era arrestado y visto como un criminal, igual que aquéllos a los que había atrapado antes de su caída.

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